2025, el año de los incendios en Orense y en la cúpula del socialismo gallego
Sin convocatorias electorales ni en la retina inmediata ni en el horizonte próximo –las últimas autonómicas fueron a principios de 2024 y las siguientes municipales serán en la primavera de 2027–, para encontrarle algo de sustancia política al 2025 en Galicia ha habido que esperar prácticamente hasta el último cuatrimestre. La incidencia voraz del fuego durante la ola del pasado verano en el rural –fundamentalmente, en el orensano– y la reciente y explosiva crisis en el PSdeG, a cuenta de las denuncias a cargos socialistas por presuntos casos de acoso sexual y laboral, nos permiten hablar del año de los incendios en Orense y en la cúpula del socialismo.Resulta evidente que el PSdeG no pasa por su mejor momento. En menos de un mes, la formación –que ya estaba tocada desde las últimas llamadas a las urnas; especialmente, la del 18F, cuando registró el peor resultado de su historia– ha visto su situación revolucionada desde que salió a la luz el #MeToo al todavía presidente de la Diputación de Lugo y alcalde de Monforte de Lemos, José Tomé, y tras la cuestionada reacción de la dirección socialista, liderada por José Ramón Gómez Besteiro. El origen de todo está en una serie de testimonios que se hicieron públicos en televisión señalando a Tomé por comentarios y comportamientos obscenos a mujeres vinculadas al partido, tocamientos no consentidos e incluso propuestas de relaciones sexuales a cambio de empleo público. Ningún partido –léase familia, empresa o lo que sea– está libre de las manzanas podridas, pero sí es responsable de cómo las aparta de la cesta. Y de lo rápido que lo hace. Especialmente si se trata, como ocurre en este caso, de una organización que hace gala de su papel histórico en la defensa de los derechos de las mujeres. Por eso para muchos, dentro y fuera del PSdeG, resultó insuficiente la respuesta de Besteiro y su equipo.El líder socialista reconoció que supo en octubre de la existencia de una presunta víctima de Tomé. Así se lo hizo saber una persona de su entorno. Al parecer, la madre de la denunciante. Sin embargo, Besteiro se limitó a reunirse con ella, recomendarle que animase a su hija a acudir a la policía o al juzgado, pedirle explicaciones a Tomé, que negó los hechos, y derivarla a su número dos, Lara Méndez, y a la número dos del propio Tomé, Pilar García Porto. No fue hasta diciembre, cuando la denuncia trascendió en televisión –o según el relato socialista, cuando llegó al maltrecho canal interno del partido– que Besteiro salió en público, tras casi tres días de silencio, para defender como «contundente» su respuesta, que consistió en exigirle a Tomé su dimisión y explicar que no podía hacer mucho más porque la víctima es libre de presentar una denuncia o no.El fuego amigoDe inmediato surgieron voces críticas dentro del PSdeG reprobando la vacilante y tardía reacción de la dirección socialista y reclamando responsabilidades. Eso sí, evitando hablar de dimisiones. Hubo dos corrientes principales en forma de manifiesto: uno primero, secundado por varios alcaldes de la provincia de Orense, y otro liderado por la alcaldesa de La Coruña, Inés Rey, tras la dimisión de la secretaria de Igualdad del partido por discrepancias con la gestión de la situación por parte de la directiva de la que formaba parte. Este documento llegó a ser firmado por los expresidentes Pérez Touriño y González Laxe.Se da la circunstancia de que tanto el regidor de Barbadás, uno de los más destacados entre los que firmaron el manifiesto de socialistas orensanos, como su homóloga coruñesa, han terminado señalados después por acoso laboral. En el caso de Xosé Carlos Valcárcel Doval, Besteiro le exigió dimitir y dejar sus actas en el Ayuntamiento y en la Diputación de Orense. No así a Inés Rey, denunciada por dos exconcejalas que formaron parte de su gobierno en el anterior mandato y que no volvieron a concurrir en las listas. La alcaldesa habla abiertamente de «ajuste de cuentas».Pasto de las llamasPara valorar el alcance de la crisis en el PSdeG habrá que estar atentos a futuros movimientos y, sobre todo, a próximas convocatorias electorales. Para cuantificar la ola de incendios del pasado verano hay a quien le basta una cifra : las 120.000 hectáreas que ardieron, que suponen el récord de superficie calcinada no solo de lo que llevamos de siglo, sino desde el terrible 1989 en el que se quemaron casi 200.000. Lo que pone el punto 'positivo' en esta ocasión es el hecho de que, afortunadamente, no se produjeron pérdidas personales, que sí hubo que lamentar en 2006, durante el bipartito, cuando el número de hectáreas calcinadas no llegó a las 100.000, pero fallecieron cuatro personas.Hete aquí la prueba de que limitarse a medir la afectación que ha tenido una ola de incendios por el número de hectáreas calcinadas resulta tan gráfico como simplista. Y, sin embargo, el baile de cifras arrancó desde el minuto uno, con la oposición siempre tirando al alza –según el sistema europeo Copernicus se alcanzaron las 170.000–, mientras el Gobierno gallego prefirió siempre dejar el recuento para el final y destacar que lo importante no era el número de hectáreas calcinadas sino el contenido de esa superficie afectada –casi el 70% fue monte raso– y la contención del riesgo para evitar que llegase a inmuebles o a llevarse vidas humanas. De eucalipto, por cierto, solo ardió un 0,2%.Sea como sea, a la oposición le bastaron estas cifras para pedir directamente la dimisión de Alfonso Rueda. Ana Pontón lo acusó de falta de previsión, de «incompetencia política» e incluso de llegar tarde en su respuesta a la ola de incendios por estar «en moto, de fiesta en fiesta o en la plaza de toros de Pontevedra con Feijóo y Rajoy» mientras «Galicia ardía» y los alcaldes y los vecinos «estuvieron solos». También apuntó, por supuesto, la líder nacionalista a recortes en los medios de extinción, mientras la Xunta defendió en todo momento que se desplegó el dispositivo más amplio de la historia de Galicia. Más allá de su gestión, parte de la retórica de la Xunta y el PPdeG se centró en señalar al Gobierno central por su falta de cooperación frente a una Galicia que estuvo a la altura, lo que le valió a la oposición para reprocharle que «echase balones fuera». El PSdeG acusó, además, de «negacionismo» a pesar de reconocer que el cambio climático no ayuda, y es uno de los elementos que agrava cada año la afectación de los incendios, pero completar el diagnóstico con otros elementos. Por lo demás, el presidente de la Xunta y líder de los populares gallegos se apresuró a anunciar ayudas para los afectados y medidas para reforzar la prevención. Entre las últimas, la reedición del convenio con Seaga para facilitar a los ayuntamientos la limpieza de franjas secundarias del que se ha desmarcado la Fegamp, liderada por el PSdeG.Mientras Rueda consiguió apagar el fuego, a Besteiro todavía le queda enfriar el que tiene más que encendido en su partido. Pontón, entre tanto, juega a intentar rentabilizar estos y otros incendios en su eterno deseo de convertirse en la primera presidenta de la Xunta.El BNG, en apoyo del pueblo palestino, en una foto de archivo Miguel Muñiz Los otros temas: el difícil acceso a la vivienda, Altri y el «genocidio» en Gaza Con el permiso de los incendios en el PSdeG y en Orense, cabe hacerle hueco en este balance a tres 'grandes éxitos' que también han estado ahí, de fondo. Uno de ellos es la vivienda. O mejor dicho, lo difícil que es acceder a ella. A modo de actor revelación, esta problemática ha ido ganando enteros en la agenda de todos: Gobierno y oposición. Otros dos elementos que merecen su mención son el rechazo a Altri –sobre todo, entre las filas del BNG, con movilizaciones en las calles– y el acuñado en estas páginas como el 'test del genocidio' para animar a pronunciarse sobre la situación en Palestina. Dos asuntos que no son nuevos, ni mucho menos, pero que han servido de comodín a la oposición en los momentos de sequía.
