Basim Khandagji, preso palestino al que la cárcel convirtió en escritor: “Escribir, para mí, es un acto de existencia”
Recientemente liberado después de 21 años, publica en español la novela escrita en secreto en una prisión israelí, ganadora del premio más importante de las letras árabes
No hicieron falta palabras para que Basim Khandagji (Nablus, Cisjordania, 42 años) se enterara en abril de 2024 de que había ganado el International Prize for Arabic Fiction, el premio más prestigioso de las letras árabes. Los guardias de la prisión israelí se encargaron de contárselo con golpes y torturas. “Empezaron a tratarme como a un fugitivo, rompieron mis gafas y me decían que había causado algo gordo fuera. Así supe que había ganado”, explica el autor palestino. Le tenía tomado el pulso a las celdas en las que había vivido 21 años —la mitad de su vida— y se las había ingeniado para escribir en secreto y en árabe Una máscara del color del cielo, un manifiesto político en forma de novela publicado recientemente en español por la editorial Hoja de Lata.
“Hoy ya no creo en el nacionalismo, ni creo que la resistencia deba estar militarizada; defiendo una nueva literatura palestina como resistencia al colonialismo israelí”, explica desde un hotel en Egipto, donde está exiliado desde su liberación en octubre como parte del intercambio de prisioneros acordado en la primera fase del plan de paz propuesto por Trump para Gaza. Miembro de la resistencia palestina, Basim Khandagji fue acusado de facilitar un atentado en Tel Aviv que dejó tres muertos —acto que no niega, aunque Naciones Unidas denunció un juicio ilegítimo—, y encarcelado. Engullido por el sistema de prisión israelí durante más de dos décadas, ha salido un hombre enjuto, rapado y con su pluma como nueva arma forjada en silencio en las entrañas de su opresor. Lleva escritas tres colecciones de poemas y dos novelas previas a la que ha recibido el premio.
“Lo que la hostilidad israelí y el fascismo quieren es borrar nuestra humanidad. La escritura tal vez pueda restaurar mi dignidad, mi identidad y mi humanidad. Escribir para mí es un acto que afirma mi existencia”, afirma. Una máscara del color del cielo narra la historia de Nur, un joven palestino con aspecto físico más bien asquenazí — los judíos procedentes de Europa Central y Oriental—, piel pálida y pulcro hebreo. Un veinteañero que sueña con convertirse en arqueólogo y escribir novelas históricas de éxito. El protagonista un día encuentra un documento de identidad israelí. Tras falsificar la tarjeta azul, logra moverse con libertad por Israel y comienza a trabajar en una excavación arqueológica bajo el nombre de Or Shapira. Esa suplantación de la identidad del ocupante y el abismo que separa esas realidades provoca una batalla interior que amenaza con borrar su historia verdadera. “Quiero conocerte para no convertirme en ti. Quiero usarte para librarme de ti”, dice el personaje.
Esta metamorfosis refleja la del propio autor. “El principal objetivo [de los israelíes] es borrar nuestra identidad. Mi principal batalla ha sido cómo crear mi identidad acercándome a la suya”, explica. Su solución fue, además de convertir las celdas en su espacio de creación, licenciarse y especializarse en estudios israelíes como “un acto de transgresión ante el opresor”. Explica: “Hay una gran diferencia entre mi identidad cuando entré y cuando salí. La cárcel me dio la oportunidad de tener acceso a la mente colectiva de los israelíes: saber cómo nos ven y cómo crean la relación entre ellos y nosotros. Fue una oportunidad de entender mejor esa mente colonialista”, relata Khandagji.
