EE UU: la guerra como instrumento para cambiar de régimen
Un conflicto bélico es la forma fácil de eliminar a los enemigos internos, en este caso, los inmigrantes, identificándolos con un enemigo externo. El siguiente paso de Trump para acabar con la democracia puede ser atacar Venezuela
En ciertos aspectos, este otoño en Estados Unidos ha recordado al otoño de 1938 en la Alemania nazi, cuando la deportación masiva de indocumentados fue una de las políticas coercitivas más ambiciosas de Hitler antes del comienzo de la Segunda Guerra Mundial. En Estados Unidos, también, se está poniendo de manifiesto la conexión entre la represión interna y la agresión extranjera.
En aquel otoño, la policía alemana y las SS detuvieron a 17.000 judíos de nacionalidad polaca y los enviaron al otro lado de la frontera, a la vecina Polonia. Esto provocó una cadena de acontecimientos que ofrece una perspectiva útil de la situación actual de Estados Unidos. Una familia fue deportada; un refugiado desesperado se vengó; el gobierno organizó un pogromo y reorganizó su policía; lo que vino después fue la guerra.
La familia era la de los Grynszpan. El padre y la madre se habían desplazado a Alemania en 1911 desde el Imperio Ruso. Sus hijos habían nacido en Alemania, hablaban alemán y se consideraban alemanes. Su hijo Herschel se había ido a vivir con unos parientes a París, donde se tuvo que enfrentar a una serie de complicaciones con su documentación, incluida la pérdida de la nacionalidad.
Cuando le negaron la residencia permanente en Francia en el verano de 1938, Herschel se escondió en un ático para evitar la deportación. Fue entonces cuando le llegó una postal de su hermana: “Todo ha terminado para nosotros”. Herschel se vengó. El 7 de noviembre de 1938 entró en la embajada alemana en París y disparó al diplomático Ernst vom Rath. La política de deportaciones masivas había provocado una reacción que, aunque impredecible en sus detalles, no fue sorprendente.
En Berlín, los nazis vieron una oportunidad. Joseph Goebbels invocó una conspiración y confundió las acciones de una persona con la responsabilidad de un grupo, y Hitler le permitió a Goebbels organizar un pogromo a escala nacional -la Kristallnacht, la noche de los cristales rotos- dos días después. Las SA, las SS y las Juventudes Hitlerianas, a las que se unieron muchos otros alemanes, destruyeron negocios judíos, quemaron libros judíos, profanaron rollos de la Torá e invadieron hogares judíos. Unos 91 judíos fueron asesinados y cientos se suicidaron. Decenas de miles fueron enviados a campos de concentración.
Nueve décadas después, nadie podía prever exactamente lo que sucedería cuando la administración Trump hizo de la deportación de los indocumentados su política básica, con la Guardia Nacional desplegada en Los Ángeles y Washington -ciudades que deberían ser vistas como “campos de entrenamiento para nuestros militares” y “zonas de guerra”-. Pero era previsible que hubiera consecuencias. Estas llegaron en forma del reciente que patrullaban en Washington. Uno de ellos murió posteriormente a causa de sus heridas.