El cambio radical de Sophie Alisch, de boxeadora invencible a ciclista profesional: “Voy a demostrar que no me he equivocado”
La alemana se incorpora al filial del Canyon-Sram, equipo con el que Kasia Niewiadoma conquistó el Tour de Francia de 2024. “Sueño con Los Ángeles 2028”, confiesa a EL PAÍS
En el otoño en el que Remco Evenepoel y Juan Ayuso han acaparado los principales titulares del ciclismo profesional por sus respectivos cambios de equipo, uno firmado por el Red Bull-Bora, otro por el Lidl-Trek, el pelotón femenino ha presenciado algo único. El Canyon-Sram alemán, conjunto con el que la polaca Kasia Niewiadoma conquistó en 2024 una de las ediciones más impredecibles de la historia del Tour de Francia, ha incorporado a su filial a la germana Sophie Alisch, quien a sus 24 años lucirá por primera vez un dorsal de competición tras una inmaculada trayectoria en el boxeo, donde deja atrás un récord de diez victorias en sus diez combates como profesional.
“Sé que a mucha gente le sorprenderá este cambio, es más, lo entiendo, pero es una decisión que he meditado durante mucho tiempo”, explica Alisch a EL PAÍS desde su residencia en Mallorca, donde se instaló hace ya tres veranos. “Mi cabeza hizo clic durante la preparación para mi última pelea, allá por noviembre de 2024. Pasé más de año y medio sin combates hasta llegar a ese momento, Solo entrenaba y me preparaba en la sombra. Y para una persona como yo, que vive por y para competir, que quiere demostrar constantemente lo que trabaja y lo que aprende en el día a día, lidiar con esa falta de actividad fue durísimo”.
Tanto, que la motivación que un día le llevó a ponerse los guantes terminó por agotarse. “Dejó de llenarme lo que hacía”, reconoce la berlinesa. “Se me apagó ese fuego interno que el boxeo había prendido en mí. Ya no sentía esa chispa; esa felicidad”. De nada sirvió un récord profesional impoluto, sin una sola derrota sobre el ring. La brecha era insalvable. “Necesitaba algo nuevo, un reto con el que volver a ilusionarme. El capítulo del boxeo se había terminado para siempre”, concluye.
Las ideas, eso sí, no tardaron en aclararse. “Yo ya llevaba años haciendo ciclismo para trabajar mi resistencia, un aspecto fundamental para prosperar en mis combates”, confiesa. Es más, cuando en su cabeza aparecieron las primeras dudas, lejos aún de tener la decisión tomada, tuvo una idea: por qué no hacer un test de esfuerzo y comprobar así las opciones reales de labrarse un futuro encima de la bicicleta. “Cuando terminé, me dijeron que para dedicarme al boxeo había registrado unos números increíbles”, recuerda sonriente. “Me contaron que si trabajaba podría construir algo todavía mejor, pero que mi base genética invitaba al optimismo”.