El desafío de la OEA: la búsqueda de equilibrio ante el escepticismo de EE.UU.
Albert Ramdin asumió la secretaría general de la OEA en uno de los momentos más delicados de la historia reciente del organismo. Primer caribeño al frente de la institución desde su fundación en 1948, llegó con un mandato marcado menos por la ambición política que por la necesidad de sostener equilibrios de poder en un continente cada vez más polarizado y con Estados Unidos revisando abiertamente su implicación en los foros multilaterales.La advertencia lanzada por el entonces subsecretario de Estado Christopher Landau norteamericano en la Asamblea General de junio —cuando cuestionó la «relevancia» de la OEA y dejó en el aire la continuidad del apoyo estadounidense— fijó el plan. Ramdin optó por evitar el enfrentamiento. «La pregunta de Estados Unidos sobre cuál es el valor de la OEA es una pregunta legítima», repite en privado y en público. Su estrategia pasa por asumir el escepticismo de Washington como punto de partida y no como una ruptura.La OEA agrupa a 34 países independientes del hemisferio occidental , incluido Estados Unidos, con Nicaragua ya fuera desde 2023. Su presupuesto en 2024 ascendió a 167 millones de dólares, destinados a cuatro grandes áreas: democracia, derechos humanos, desarrollo económico y social, y seguridad regional. De esa cifra, Estados Unidos aportó unos 60,4 millones de dólares, más de un tercio del total, lo que lo convierte con diferencia en el principal modo de financiamiento del organismo.Noticia Relacionada estandar Si Maduro trata de negociar con Trump un retiro dorado David Alandete España es uno de los destinos preferidos del dictador, cuyo entorno propone para pilotar la transición en Venezuela al general Miguel Rodríguez Torres, a quien Zapatero sacó de prisiónEsa dependencia financiera ha sido históricamente una razón necesaria de influencia. Durante gran parte del siglo XX y especialmente en la Guerra Fría y los años noventa, la agenda de la OEA reflejó con frecuencia las prioridades de Washington. En las últimas dos décadas, sin embargo, la creciente polarización ideológica entre los Estados miembros y la divergencia de intereses han erosionado la capacidad del organismo para construir consensos y han diluido el liderazgo estadounidense.Un activo de la política exteriorRamdin es consciente de esa deriva. «Si un país contribuye a la OEA, tiene derecho a preguntar cuál es el retorno de esa inversión», afirma, utilizando deliberadamente un lenguaje casi empresarial. Frente a las amenazas de retirada o recorte, su respuesta no es ideológica sino funcional: «La OEA es uno de los activos más valiosos de la política exterior del hemisferio, también para Estados Unidos, porque entrega resultados en democracia, derechos humanos, seguridad y migración».El problema es que esos resultados se producen con recursos cada vez más limitados. Los Estados miembros han ido cargando a la OEA con nuevas misiones sin aumentar proporcionalmente la financiación, lo que ha generado una organización sobreextendida y vulnerable. A ello se suma la decisión de la Administración Trump de cancelar al menos 22 programas del organismo y de someter a revisión la pertenencia de EE.UU. a todas las organizaciones internacionales, incluida la OEA, en virtud de una orden ejecutiva firmada en febrero de 2025.Los Estados miembros han ido cargando a la OEA con nuevas misiones sin aumentar proporcionalmente la financiación, lo que ha generado una organización sobreextendida y vulnerableRamdin intenta ganar tiempo. Destaca que Washington ha empezado a ponerse al día en sus contribuciones atrasadas y subraya que no ha recibido notificación formal de recortes en el presupuesto inmediato. Al mismo tiempo, refuerza la idea de que sin la OEA los problemas del continente serían «mucho mayores», porque cerca del 60% de los desafíos regionales —migración, crimen, seguridad, medio ambiente— son transfronterizos y no se resuelven de forma bilateral.Su estilo contrasta con el de su predecesor, Luis Almagro . Menos brusco, más técnico, Ramdin protege con celo la figura del «mediador honesto», incluso a costa de incomodar a quienes reclaman posiciones más contundentes. En un escenario de superpotencia menos implicada y de consensos debilitados, su apuesta no es la audacia, sino la supervivencia institucional. En la OEA de hoy, mantener el equilibrio ya es una forma de poder.

