‘En la naturaleza las cosas crecen’, Yiyun Li contra la literatura terapéutica
La autora escribió este libro para narrar el suicidio de su segundo hijo. Ella ya había sido capaz transformar el dolor por el suicidio de su primer hijo en una novela sobre el duelo. ¿Qué podemos aprender de los duelos narrados por los otros para sobrellevar los nuestros propios?
Preferiría no haber leído este libro. Sin embargo, el motivo por el que a lo largo de sus apenas 140 páginas llegué a odiarlo y a amarlo, y luego a odiarlo, y luego a amarlo otra vez, es el mismo por el que considero necesario sentarme aquí, ante ustedes, y hablarles de manera entusiasta sobre sus hallazgos.
Preferiría no haberlo leído. ¿Por qué? Porque duele y da ganas de morir.
Del mismo modo, quiero hablarles de él. ¿Por qué? Porque duele y da ganas de vivir.
A saber, En la naturaleza las cosas crecen, de Yiyun Li, tiene una prosa que te obliga a reaccionar. Su tema, que no desvelaré todavía, se nos aparece desde las primeras líneas de una manera tan fría y aterradora, que el reto de cualquier lectora será decidir si quiere ser cobarde y asumirlo como poco más que una memoria íntima; o si quiere lanzarse con su autora al vacío y descubrir que en su núcleo hay más de pequeño tratado filosófico sobre un tipo de duelo en particular, que de drama egoísta o confesión autobiográfica. Decía Rosa Chacel, por cierto, que en toda confesión hay un reguero de culpa. Es posible que el desolador escenario sentimental que plantea su trama nos lleve a asumir que la escritora chino-americana pretende arrastrarnos por su incomprensión o su culpabilidad ante dos muertes que atravesaron su experiencia, desbaratándolo todo. Sin embargo, su escritura va bastante más allá de ese sentimiento religioso, y consigue instalarse en la investigación de uno de los males más aterradores de nuestro siglo, o, más ampliamente, de nuestra estirpe.
“Tuvimos dos hijos y los perdimos a ambos”, cuenta Li en una nota aclaratoria. “A Vincent en 2017”, “a James en 2024”
Digamos que tiene como punto de partida la reparación de la vida propia. El reto de asumir, a través de la lectura y de la escritura, un vacío letal, una tentación hacia lo depresivo, una sensación de angustia que invita a no querer volver a despertar. A dicho dolor Enrique Vila-Matas prefirió llamarlo abismo: “voy pensando que un libro nace de una insatisfacción, nace de un vacío, cuyos perímetros van revelándose en el transcurso y final del trabajo. Seguramente escribirlo es llenar ese vacío”. En el caso de Li, el vacío no sólo es punto de partida, sino también la materia de su pregunta original: ¿qué motivos le quedan a una madre cuando lo que más quiere ya no está? ¿Será la literatura el único anclaje para la vida? ¿Será la escritura de este libro la única razón para existir? Porque, ahora sí, Yiyun Li escribió este libro para narrar el suicidio de su segundo hijo. Ella ya había sido capaz de transformar el dolor por el suicidio de su primer hijo en una novela sobre el duelo. Pero ¿qué pasa cuando el peor miedo de tu vida se repite? ¿Cómo crear algo bello cuando la tragedia se amplifica? ¿Tiene sentido contar, narrar, homenajear, con tan funesto destino? ¿Qué podemos aprender de los duelos narrados por los otros para sobrellevar los nuestros propios? Li tiene una respuesta para eso último: no podemos aprender nada.

