José Manuel Macarro, exdiputado del PSOE: «La polarización es responsabilidad de la izquierda y eso no se lo perdonaré nunca a Pedro Sánchez»
José Manuel Macarro Vera se educó con los jesuitas del colegio Portaceli de Sevilla y su pasión por la historia le llevó a ser catedrático de Historia Contemporánea en la Hispalense. Su interés por la capital de Andalucía lo expuso en obras como «La utopía revolucionaria», «Sevilla en la II República» y «Sevilla la roja», entre otras; y por toda la región andaluza en «Socialismo, República y revolución en Andalucía», libro que le dio la vuelta a las visiones académicas de ese periodo de la historia. El también historiador Alfonso Lazo le pidió que se afiliara al PSOE, partido en el que hizo de taquillero de la caseta de la Feria de Abril y por el que fue diputado en Cortes desde 1982 a 1986. Ese año se cayó de las listas y volvió a la Universidad, no sin antes rechazar una propuesta de su partido para que «formara» a algunos de los políticos -con menor bagaje cultural- que le sustituyeron. Actualmente jubilado, acaba de publicar «El mundo y mis historias desde los alrededores de la catedral de Sevilla» (Renacimiento), donde repasa su vida con humor e ironía y la evolución política de España. «Con los años he aprendido que hay que reírse de casi todo, especialmente de uno mismo», dice.-Su padre fue un comerciante de éxito y usted empezó siendo un niño de derechas, educado en el Portaceli, que se hizo de izquierdas .-Fue algo muy propio de una generación. Estudié con los jesuitas, donde las clases medias aspiraban a ser clases altas. Y recuerdo que en el colegio hicieron un estudio sobre la condición social en España y eso nos levantó una inquietud social. Empezamos a ver que éramos unos privilegiados y se inició nuestro compromiso con los desfavorecidos lo cual nos llevó a militar en partidos de izquierda.- Usted fue diputado del PSOE durante el primer Gobierno de Felipe González, entre 1982 y 1986. -Yo entré en el PSOE de la mano de Alfonso Lazo, gran historiador y amigo. Y me dijo: «Mac, apúntate al PSOE, que esto está lleno de insensatos. Y efectivamente me encontré en las bases del partido una insensatez y una ignorancia enormes. Por suerte el PSOE estaba dirigido entonces por un grupo de personas que eran sensatas e inteligentes, como Felipe González o Alfonso Guerra. Yo no estaba de acuerdo con el sarampión autonómico, que me parecía un disparate. Pero estuve montando una caseta del PSOE en la Feria de Sevilla y ejercí de taquillero hasta las 4 de la mañana. - En su libro cuenta varias anécdotas muy reveladoras sobre cómo eran recibidas algunas personas en el seno del partido y los valores que se manejaban.-Sí. Dos personas importantes de la burocracia del PSOE de aquella época me pidieron que le preguntara a Alfonso Lazo, cuando aspiraba a ser secretario provincial del PSOE, que por qué quería ser secretario del PSOE si ya era rico. Me causó una sorpresa tremenda el concepto instrumental de la política de estos individuos. Todo eso me resultó descorazonador. Y ya siendo diputado en Madrid otro compañero del partido al que gasté una broma me dijo: «Tú ten cuidado con las bromas porque yo voy a vivir siempre de esto y tú no. Y me quedé sorprendido. -Usted tenía una profesión y una plaza en la Universidad a la que pensaba volver, cuando acabara su ciclo en la política. ¿Ellos no?-Sí tenían una profesión. -¿El que le dijo eso también?-Sí, lo que pasa es que su profesión no le gustaba. Había personas que militaban por un compromiso social evidente, pero había otros que esperaban que ese compromiso les llevase a unos puestos de importancia social que en su vida privada no iban a tener nunca. -Ahora hay más políticos sin otra profesión que la política. Por eso les cuesta quizá tanto dimitir.-Efectivamente. Y hay muchos más políticos que antes. Pero estamos confundiendo los salarios de la política con la cantidad de políticos que hay. Porque el salario de la política impide que un profesional pueda dedicarse a la política porque gana mucho menos de lo que ganaría en su profesión.- ¿Esa es la explicación de que los que llegan ahora a la política no sean demasiado brillantes?-Correcto. ¿Qué profesión han tenido Zapatero o Pedro Sánchez? Tienen título universitario pero ¿dónde han trabajado? -¿Cómo ve ahora la situación del PSOE?-Yo estoy fuera ya, pero como antiguo militante me pregunto cómo he podido militar en un partido que ha terminado dirigido por personas de la bajísima categoría intelectual de Zapatero y de Sánchez. Para mí es una sorpresa y una tristeza. Es una desesperación ver que mi antiguo partido puede estar poniendo en tela de juicio la Constitución y la Transición.-En el libro habla también de cuando Zapatero dijo que el concepto de nación es discutido y discutible.-Eso fue una cosa gravísima. Porque cuando Zapatero dijo que el concepto de nación es discutido y discutible, se dio un paso más en la plurinacionalidad de España. En el momento que se admite que hay una nación distinta a la española, el paso siguiente es reivindicar la soberanía nacional. Entonces se rompe el sujeto de la soberanía, el sujeto español y se desintegra la nación. Y sería tristísimo que mi generación, que con tanta ilusión y trabajo ayudó a traer la democracia, vea que la democracia puede suponer la desintegración territorial de España.-Usted es historiador y sabe que esto ya pasó en la II República. ¿Se puede repetir la historia?-Sin duda. Y es que aquí se nos olvidan las cosas. Aquí se nos olvida cómo hubo nacionalistas vascos que si Franco les llega a respetar el nacionalismo, se hubieran sumado al alzamiento. Se nos olvida que cuando se llega el Pacto de Santoña para que las tropas italianas entren el País Vasco, se dijo que se ataque por los sitios donde están defendiendo los socialistas para no matar nacionalistas. Se nos olvida también que Cataluña mandó poquísima gente al frente a luchar. Decía un anarquista, Juan Peiró, que fue ministro, que en Cataluña sobraban fusiles matando curas y faltaban fusiles en el frente. Esa falta de solidaridad en el bando republicano no la hubo en el bando franquista.- Esa falta de solidaridad se ve ahora en el Congreso de los Diputados cuando los diputados de uno de los socios del Gobierno de coalición dice que no le importa nada España ni lo que le ocurra.-Efectivamente. Y se pacta con ellos. Eso es un disparate. Cuando fui director de la Universidad Menéndez Pelayo, Ernest Lluch me decía: «Mira aquí puede venir todo el mundo pero hay un requisito: que respeten la Constitución, porque si no se les está dando de altavoz a aquellos que quieren cargarse la convivencia en España.-Algunos de los grupos que sostienen el Gobierno de Sánchez no respetan la Constitución. ¿No hemos ido para atrás?-Sí, así es. Y cuento en el libro una anécdota. Cuando Pablo Iglesias era vicepresidente del Gobierno iba en vaqueros y mangas de camisa a ver al Rey o al Congreso Sin embargo, a la gala de los premios Goya iba con esmoquin, de modo que desprecio a la soberanía nacional y al Rey y a la permanencia del Estado.- Una reciente encuesta revela que más del 40 por ciento de los españoles evita hablar de política en reuniones familiares o de amigos por miedo a que la cosa acabe en ruptura de amistades o de esos vínculos familiares. Esto también es nuevo desde que tenemos democracia en España . -Sí, esto es nuevo. La cultura que traíamos la gente de izquierda en la época de la Transición no era democrática sino más bien socialista. No éramos dictadores pero era una cultura socialista. Yo creo que esta cultura tenía un componente religioso de una alternativa comunitaria al mundo existente que hemos ido trasladando inconscientemente a la sociedad. Y la democracia es admitir que aunque yo crea que tengo razón, cabe la posibilidad teórica de que esté equivocado con algunas cosas. Si eso no se consigue y se transforma en una visión religiosa de que yo estoy en posesión de la verdad, se produce el choque y el no poder hablar con el otro. La democracia nos supone un grado de escepticismo y es un método racional para no matarnos. Como decía Popper, la democracia es el sistema por el cual se puede cambiar de gobierno sin derramar sangre. Y en ella hay que admitir que yo puedo estar equivocado. Y aquí se ha producido una polarización enorme. Y en esto creo que la polarización es responsabilidad absoluta de la izquierda. -El muro que levantó Pedro Sánchez... -Sí. Levantar un muro es un peligro para la democracia y para la convivencia. Y esto a Sánchez no se lo podré perdonar nunca.- Ese muro funcionó electoralmente en las generales de 2023 pero parece que ya no. En Extremadura el PSOE ha caído 10 puntos porcentuales y las derechas han alcanzado el 60 por ciento de los votos.-La gente está un poco cansada de esa polarización. Habría que regar a la sociedad con unas dosis de cierto escepticismo y de benevolencia hacia el que piensa distinto.- Esperemos que el que suceda a Sánchez pueda coser lo que se ha descosido en estos últimos años.-Sí, pero eso es muy difícil porque se está tratando al adversario como el representante del mal. Felipe González y Alfonso Guerra están hablando de concordia nacional, de recuperar espíritu de la Transición. Ese es el camino.

