Kiev ajusta el plan de paz de EE.UU. sin cruzar sus líneas rojas
Volodímir Zelenski ha entendido que con Donald Trump en la Casa Blanca la negociación para poner fin a la guerra de su país debe ser por la vía rápida y concebida como una victoria para el presidente estadounidense. La respuesta enviada por Kiev al último plan de paz impulsado por Washington no es una ruptura ni una aceptación plena, sino un ajuste calculado por ese motivo, todo un intento de encajar en el marco que impone Trump sin asumir, de entrada, todas sus exigencias.El nuevo documento —un plan de 20 puntos que sustituye al borrador inicial de 28— llegó esta misma semana a la Administración estadounidense en medio de una aceleración diplomática inédita desde el inicio de la guerra. Trump no oculta su impaciencia. Habla de una solución «más cerca que nunca», presiona a aliados europeos y advierte de que no está dispuesto a «perder tiempo». En ese contexto, Zelenski ha optado por responder rápido, consciente de que la ventana de negociación puede cerrarse tan deprisa como se ha abierto. De ahí el periplo antes de Año Nuevo a Canadá y Florida .Noticia Relacionada estandar Si Zelenski seguirá negociando pese a la falta de acuerdo sobre las cesiones territoriales de Ucrania Rosalía Sánchez Putin hizo saber este lunes, a través de los negociadores estadounidenses en Berlín, que Kiev debe ceder la región oriental de DonetskEl primer borrador estadounidense, elaborado de forma insólita y llamativa con el visto bueno de Moscú, contenía elementos explosivos: el reconocimiento formal por parte de EE.UU. de territorios ocupados por Rusia, límites severos al tamaño del Ejército ucraniano y un papel central de Washington y Moscú en la gestión de los activos rusos congelados. La versión revisada no borra esos puntos, pero los reordena, los suaviza y desplaza el foco hacia terrenos donde Kiev puede maniobrar con un mayor margen político.Uno de los cambios más relevantes es simbólico, pero no menor. El texto ya no incluye una prohibición explícita de que Ucrania pueda ingresar algún día en la OTAN. No promete esa adhesión, pero deja de cerrarla en falso. A cambio, plantea garantías de seguridad «equivalentes» al artículo 5 de la Alianza Atlántica, una fórmula deliberadamente ambigua que busca tranquilizar a Kiev sin provocar un rechazo inmediato del Kremlin. El texto ya no incluye una prohibición explícita de que Ucrania pueda ingresar algún día en la OTANEn paralelo, el plan fija como horizonte la entrada de Ucrania en la Unión Europea en 2027, una concesión estratégica que refuerza su anclaje occidental.DesmilitarizaciónEn el plano militar , el documento introduce la idea de zonas desmilitarizadas a lo largo de la actual línea de contacto. La propuesta incluye la retirada de fuerzas de ambos bandos y la supervisión internacional del alto el fuego. Zelenski ha ido más lejos en sus declaraciones públicas antes de venir a Norteamérica, ofreciendo incluso replegar tropas ucranianas del Dombás si Rusia hace lo mismo y acepta una franja neutral controlada por observadores. Hace apenas unos meses, una propuesta así habría sido políticamente tóxica en Kiev pero hoy se presenta como moneda de cambio para congelar el frente.EleccionesEl capítulo político sigue siendo uno de los más delicados. El plan contempla elecciones en Ucrania, una exigencia reiterada tanto por Trump como por el Kremlin. Zelenski ha aceptado el principio, pero lo ha condicionado a garantías de seguridad reales y a un cese de hostilidades previo. Ha hablado de un plazo de 60 a 90 días tras un alto el fuego efectivo e incluso se ha mostrado dispuesto a someter a referéndum los puntos más controvertidos —territorio incluido— si Moscú acepta una tregua de 60 días. Es un movimiento arriesgado, que traslada parte del coste político a la sociedad ucraniana, pero que refuerza su discurso de legitimidad democrática.Territorio y activos rusos congeladosDonde las costuras del plan siguen poniéndose a prueba es en la cuestión territorial y en el destino de los activos rusos congelados. El texto revisado mantiene la referencia a un posible reconocimiento estadounidense de zonas ocupadas por Rusia, una ruptura con décadas de política exterior de Washington y una línea roja para Kiev y para muchos aliados europeos. También deja en manos de Estados Unidos y Rusia la decisión final sobre esos fondos, algo que inquieta a Ucrania, que aspira a destinarlos a la reconstrucción del país. En estos puntos, Zelenski no ha cedido todavía.Todo ello se negocia mientras la guerra continúa. Ucrania sigue atacando refinerías rusas con drones y misiles de largo alcance para privar a Moscú de ingresos energéticos. Rusia responde intensificando los bombardeos sobre infraestructuras eléctricas ucranianas en pleno invierno , en una estrategia que Kiev denuncia como intento de hacer la guerra con el frío sobre los civiles. Ambos bandos hablan de paz mientras se golpean sobre el terreno, una contradicción que alimenta el escepticismo diplomático.Desde Moscú, el mensaje es calculadamente ambiguo. El viceministro de Exteriores, Serguéi Riabkov, ha reconocido avances, pero ha advertido contra «plazos artificiales» y ha insistido en que sin abordar lo que Rusia considera las «causas profundas» del conflicto no habrá acuerdo. No hay señales claras de concesión sobre el Dombás ni sobre la central nuclear de Zaporiyia, dos de los asuntos que Zelenski quiere tratar directamente con Trump.El presidente ucraniano es consciente de que esta fase se decide tanto en Washington como en Kiev o Moscú. De ahí su esfuerzo por mantener un canal directo con el equipo de Trump — incluidos Steve Witkoff y Jared Kushner — y por exhibir flexibilidad sin cruzar líneas irreversibles. Trump, por su parte, no disimula su posición de fuerza: «No tiene nada hasta que yo lo apruebe», dijo en Florida al ser preguntado por la propuesta ucraniana.La estrategia de Zelenski es ganar tiempo sin aparecer como el obstáculo para la pazLa estrategia de Zelenski es ganar tiempo sin aparecer como el obstáculo para la paz. De momento, ajustar el plan, acepta discutir elecciones, introduce zonas desmilitarizadas y habla de referendos, pero mantiene el núcleo de sus exigencias en las garantías de seguridad y en la soberanía a largo plazo. Es un equilibrio precario, condicionado por las prisas de Trump, la desconfianza hacia Putin y el desgaste de una guerra que entra ya en su cuarto año. El marco está sobre la mesa. Falta saber si en 2026 alguno de los actores está dispuesto a asumir el coste político de cerrarlo.

