La infancia de Hans Christian Andersen y el desgarrador origen de 'La pequeña cerillera'
El biógrafo de Hans Christian Andersen , Nicolai Bogh, cuenta que los abuelos del autor obligaban a su madre a pedir limosna por las calles de la localidad danesa de Odense cuando era pequeña y se pasaba el día llorando debajo de un puente. «Con mi fantasía de niño, me la imaginaba como si la estuviera viendo y lloraba al pensarlo», relata el propio Andersen en su autobiografía. El escritor nació en una pobreza extrema. «De no haber sido por la ayuda de su valedor, Edward Collin, habría muerto en la más absoluta miseria», señala a ABC Benjamin Lacombe , que ahora ilustra la versión original de 'La pequeña cerillera' (Edelvives). El ilustrador defiende que esa infancia marcada por la carencia está en el origen de este cuento desgarrador, que sigue la última Nochevieja de una niña mientras recorre descalza las calles suplicando que alguien le compre fósforos. La protagonista tiene algo de él, pero también algo de su madre. «Era analfabeta, alcohólica , con una vida transitada por el dolor. La historia de esos pies que sufren en el frío…, es lo que es la cerillera, su madre», afirma Lacombe.Noticia Relacionada estandar Si La eterna reescritura del cuento de Navidad Karina Sainz Borgo Dickens fijó un retrato moral que cada época rehace según sus propios demonios: desde Bayard, Capote o Eliot hasta AusterEl desencadenante del relato bien pudo ser la magdalena de Proust . Setenta años antes de 'En busca del tiempo perdido', el escritor podría haber puesto en marcha ese mismo mecanismo de la memoria involuntaria al regresar en 1845 por unos días a Odense. Era noviembre y, al pasear por sus calles, recordó cómo las había recorrido de niño descalzo y con zuecos de madera. Su estancia coincidió con la festividad de San Martín y le escribe a Collin: «Todo Odense huele a ganso asado [típico de esta festividad en Dinamarca], lo que despierta en mí cantidad de recuerdos de infancia».Poco después, fue al castillo de Gråsten, actual residencia veraniega de la Casa Real danesa . Allí se decidió por uno de los tres dibujos que le habían enviado desde el calendario popular 'Danks Folkekalender' para que creara un cuento: eligió el de una niña pobre con unos fósforos. En tiempo récord, escribió del tirón 'La pequeña cerillera', de cuya publicación se cumplen ahora 180 años.Normalmente, necesitaba días para desarrollar y madurar relatos, pero el manuscrito no revela apenas tachaduras ni añadidos. Parece confirmar que salió de un arrebato creativo . EpifaníasSegún Jean-Baptiste Courshud escribe en el posfacio de esta edición, las epifanías que tiene la pequeña cada vez que enciende un fósforo resuenan en la vida del escritor. El ganso asado es una alucinación, pero también su abuela , «la única que alguna vez le había tratado con cariño», solo que en la ficción es la materna, mientras que para Andersen fue la paterna. El autor escribe desde una época en la que nacer pobre condenaba al individuo, de modo que la única salida era la trascendencia moral y religiosa . La aparición final de la abuela responde a esa lógica.Recuperar 'La pequeña cerillera' no es una elección cómoda, y Lacombe es consciente de ello. Pero es el cuento que más lo marcó en la infancia. Lo releía una y otra vez, «como cuando de niños te haces una herida y a veces eres incapaz de dejar de rascarte la costra y otra vez vuelves a sangrar », explica. Para él, este cuento funciona así: como un regreso constante a un dolor que no se borra, pero que enseña a mirar: «La pena se puede entender y vivir con ella. Es una de las grandes lecciones».

