Marilyn Monroe recupera su rostro más humano a través de la mirada de Sam Shaw
«Life can be beautiful» (La vida puede ser hermosa), escribe Sam Shaw al final de una de sus cartas a Marilyn Monroe , como si quisiera resumir en esa frase mínima el vértigo y la ternura que atravesaron una amistad hecha de confidencias, silencios y ráfagas de luz que quedaron atrapadas en negativos guardados durante décadas. Esa sentencia ahora ilumina un volumen que reconstruye, pieza a pieza, un archivo largamente perdido, y funciona como una despedida y también como una invitación. Porque en 'Dear Marilyn' (que podría traducirse como 'Querida Marilyn'), que ACC Art Books ha publicado recientemente a partir del hallazgo de cartas, cuadernos y fotografías que las hijas de Shaw, Meta y Edie, recuperaron, esas palabras se leen como el eco de una intimidad que el tiempo no consiguió desdibujar.Desde la primera página se percibe la voluntad del fotógrafo de ordenar un relato que nunca pudo terminar en vida. Lo afirma en una de las citas iniciales: «Mi punto de vista en la fotografía es contar una historia. Esta es una historia de Marilyn. La Marilyn que conocí. Las muchas caras de Marilyn. Las muchas etapas de su carrera… Su independencia. Su búsqueda de sí misma. Disfrutó la vida al máximo mientras la tuvo». En ese afán se adivina algo más que nostalgia, un intento, prácticamente documental, de fijar una verdad compleja y contradictoria que sobrevivió mal a la iconografía de brillo y tragedia instalada por Hollywood.© Shaw Family Archives, LtdEl libro, escrito como si fuese un álbum familiar que hubiese esperado medio siglo para volver a abrir sus tapas, se apoya en materiales que no habían sido publicados hasta ahora, incluidos los dibujos que ambos intercambiaron , las notas dispersas en cajas de mudanza y las cartas de Sam que Marilyn conservó hasta su muerte. Aunque la prensa ha repetido durante décadas la imagen de un fotógrafo privilegiado que captó a una estrella en ascenso, el archivo revela algo más dinámico: la sintonía entre dos artistas que, desde sus orígenes humildes, buscaron controlar su oficio frente a la maquinaria de los estudios, y que cultivaron una profunda amistad en el camino. Meta y Edie Shaw explican en el prólogo que, al leer la correspondencia de años como 1954 o 1961, «nos reímos y lloramos» mientras descubrían chistes privados, claves internas y rastros de un proyecto, un libro, un documental, que su padre jamás concluyó, pero dejó guías suficientes como para reconstruir la narración que él imaginaba.Noticia Relacionada reportaje Si Las superestrellas 'de usar y tirar' de Andy Warhol Natividad PulidoDe esos papeles emerge también la Monroe que Shaw describía con una mezcla de lucidez y ternura. Cuando recuerda su primer encuentro en 1950, durante la posproducción de 'Panic in the Streets', la retrata como «una adolescente que empezaba a crecer como mujer con sensualidad, todavía inocente». El fotógrafo, que entonces aún no se había especializado en el retrato femenino, confiesa que la tomó por un estereotipo, algo que se le borró cuando convivieron en los desplazamientos a los rodajes de Elia Kazan, en aquellos amaneceres en los que ella lo recogía en un coche maltrecho, sin pedir jamás que pagara gasolina.Sam Shaw con Marilyn Monroe en los estudios de la 20th Century Fox en Los Ángeles en 1954 BRUNO BERNARD /JOSUA JOHN MILLEREse tránsito hacia la amistad se cuenta con una delicadeza sorprendente para un reportaje que pretende ser objetivo, pero que no lo es, porque el cariño con que la miraba está en los detalles , como los paseos nocturnos con Kazan, las discusiones sobre Tennessee Williams, la timidez con la que Marilyn, según Shaw, ocultaba sus clases con Michael Chejov y Phil Moore, o la gravedad con que estudiaba Shakespeare a pesar de no tener formación académica formal. El libro reconstruye un trayecto íntimo que se superpone al mito, y lo hace a través de momentos en apariencia menores, como la noche en que se emocionó escuchando a Nat King Cole en un club o el día en que rechazó tajantemente la sugerencia de que cambiara de maestro vocal por prejuicios raciales.Los sueños de GoyaUno de los pasajes más llamativos del conjunto es el recuerdo de la visita de ambos al Metropolitan Museum para ver una exposición de Goya . Shaw transcribe la reacción de Marilyn ante las estampas negras. La actriz se aferró a su brazo y le dijo: « Conozco muy bien a este hombre, Goya. Tenemos los mismos sueños ». El episodio aporta una clave inesperada para comprender cómo la actriz interpretaba el oscuro imaginario goyesco, como un espejo en el que reconocía los temores y pulsiones que la acompañaban desde la infancia. Años más tarde, cuando Shaw regresó de Madrid con dos series facsimilares de los 'Desastres de la guerra', le entregó una como regalo de boda tras su matrimonio con Arthur Miller , gesto que la biografía de ambos conserva como prueba de una complicidad de alto componente intelectual que desborda el tópico de «rubia explosiva» que la industria insistió en vender.Esa conexión con España adquiere una resonancia mayor cuando se recuerda que Shaw pasó temporadas en el país durante los años cincuenta y sesenta, cuando cultivó amistades duraderas con técnicos, cineastas y conservadores del Prado, entre ellos aquel que, según el propio fotógrafo, le ayudó a localizar ediciones limitadas de las series goyescas. Su paso por Madrid coincidió con el rodaje de 'The Pride and the Passion', donde terminó de afianzarse su interés por la luz castellana, esa mezcla de claridad severa y sombra rotunda que tanto le impresionó a él, que prefería la luz natural, y que, según declaró en entrevistas reproducidas en catálogos de época, le recordó «la contundencia moral de Goya, incluso en su crudeza».Los años neoyorquinosLa narrativa del libro recorre diversas etapas y lugares, y avanza hacia algunos de ellos, como los «años neoyorquinos» con la misma estructura fragmentaria de un cuaderno de notas reencontrado. La llegada al Actors Studio, el reencuentro con Miller, el deseo de construirse una carrera más autónoma y menos condicionada por el maquillaje de los estudios se entrelazan en el relato. Shaw aporta observaciones muy precisas sobre el clima político de la época, especialmente el impacto del macartismo en la vida del dramaturgo y conserva la afirmación de que un congresista ofreció no perseguir al dramaturgo a cambio de una foto con Marilyn, lo que ella rechazó, en una decisión que, según Shaw, marcó un punto de inflexión en la percepción que el país tenía de la pareja.Marilyn Monroe en Roxbury (Connecticut) en 1957 y cartas Shaw Family ArchivesLos testimonios fotográficos de aquella etapa, incluidos los paseos por Connecticut o Amagansett, y la anécdota de la visita conjunta al MoMA para ver el polémico retrato de De Kooning, constituyen un retrato de época que lejos de pretender resolver contradicciones, las exhibe. La actriz, que para entonces ya negociaba directamente sus proyectos, chocó inevitablemente con el escritor cuando ambos comprendieron que sus visiones artísticas para 'The Misfits' difícilmente podían armonizarse. Shaw, que estuvo presente en parte del proceso, lo resume sin dramatismo, al asegurar que las tensiones artísticas pudieron más que el matrimonio .El libro también entra en un territorio más introspectivo mientras reproduce la larga reflexión en la que Shaw, ya en los últimos años de su vida, intenta dar forma a la idea de una Marilyn profunda, consciente de su libertad pero a la vez atrapada en ella, e incluso cita a Miller, cuando dijo en una entrevista televisiva que Monroe «tenía libertad pero no sabía cómo manejarla», una frase que Shaw desarma dándole la vuelta: « Tenía libertad, pero sus maridos no sabían cómo manejarla» .Shaw falleció en 1999, ya convertido en una figura de referencia dentro de la fotografía estadounidense y del cine independiente, con su obra expuesta en instituciones como el MoMA o el Musée d'Art Moderne de París, y también en Madrid o Mallorca. Legado inacabadoSu muerte sobrevuela cada página del libro como una ausencia cargada de voz, pues gran parte del trabajo editorial consiste precisamente en reconstruir su obra póstuma con la fidelidad que él habría esperado. Y esa condición de legado inacabado otorga al volumen un peso especial, ya que no es sólo un testimonio sobre Marilyn, sino también el último gesto narrativo de un fotógrafo que quiso comprender a los demás , incluida su gran amiga, antes que exhibirse a sí mismo.Lo que vuelve a este volumen especialmente valioso no es la suma de datos, algunos conocidos y otros muchos inéditos, sino la mirada que los organiza, a saber, la de un fotógrafo que no cree en el glamour artificial, que declara sentirse influido por Rembrandt y que afirma que «los ojos cuentan la historia y guardan los secretos» . Al revisar estos materiales, Shaw admite que habría querido ser mejor fotógrafo entonces, porque solo décadas después entendió la densidad humana de aquella modelo en la que la fotografía no funcionaba como captura de belleza, o no solo, sino como una forma de memoria inestable , capaz de revelar tanto como de ocultar.Tom Ewell y Marilyn Monroe creando la famosa escena de la falda ondulada en 'La tentación vive arriba' SHAW FAMILY ARCHIVESY en ese punto vuelve a cobrar sentido la frase que abre este texto. Porque esta carta reproducida en el libro, escrita desde París mientras Shaw producía su primer largometraje, incluye esa frase tan simple como poderosa de que «la vida puede ser hermosa». No parece un eslogan ni un alivio sentimental, más bien la constatación de que, pese a la dureza de los estudios, a las sombras que acompañaban a Monroe y a la presión de una fama sin descanso, hubo muchos momentos luminosos que merecían ser conservados.Este libro, de 240 páginas, no fija una versión definitiva de Marilyn, algo imposible para una figura convertida en mito, sino que intenta reconstruir, quizá incluso afinar, el territorio intermedio y muy humano donde convivían la actriz meticulosa, la mujer que estudiaba desde las religiones hasta Beethoven, la visitante atenta de Goya, la mujer que buscaba formarse, comprenderse y trabajar con rigor en un mundo que nunca fue fácil, y la amiga que le regaló a Shaw un autorretrato inspirado en Hokusai con la frase «What the Hell… That's Life» («¡Qué demonios… así es la vida!»).

