Muere Carles Vilarrubí, de chofer a referente de Catalunya
Jugador de hockey, empezó en la política de chófer de Pujol durante la campaña que le convertiría en presidente de la Generalitat, enseguida se hizo amigo de sus hijos y de sus negocios, en la fina línea entre lo privado y lo público, y acabó dejando a su mujer para «aprovechar la oportunidad» de casarse con Sol Daurella, hija de José Daurella y heredera, entre otros, del imperio de Coca-Cola en España. Fue presidente de la Academia Catalana de Gastronomía, vicepresidente del Barça con Sandro Rosell y Josep Maria Bartomeu; y vicepresidente también de la banca Rothschild, de la que fue expulsado en 2017 por sus posicionamientos independentistas y por sus turbios negocios con la familia Pujol. El funeral será en Barcelona el 30 de diciembre.Colaboró en la creación de Catalunya Radio y entre 1983 y 1986 fue secretario general y director adjunto. Su paso por la emisora pública se caracterizó por el sectarismo y la propaganda. Los periodistas más significativos de la casa de aquel momento, como Josep Cuní, que dirigía el programa estrella de las mañanas, lo han señalado durante décadas como uno de los alimentos más perniciosos para el periodismo en Cataluña.Vilarrubí se apoyó siempre en su entorno para prosperar personalmente. Tanto su entorno familiar como su entorno político. También hizo lo contrario: utilizar a su familia política, que nada tenía de independentista , para ponerla al servicio de la causa. Nunca lo consiguió, ni con Rothschild ni con Coca-Cola.Fue un punto de referencia social en Barcelona, una ciudad sin Corte ni personas realmente importantes. Un jugador de hockey, convertido en chófer del entonces candidato Pujol, logró ser una persona respetada en los círculos sociales más relevantes. Eso fue posible gracias a la gran ignorancia general catalana y a esa astucia de los hechos a sí mismos a la hora de hacerse con los ricos de toda la vida.Carles Vilarrubí tuvo algo de impostor, tanto en su posicionamiento político como en su posición social: como el pequeño Nicolás, pero que en lugar de derrapar en la tercera curva, dio contexto y contenido a su mascarada y poco a poco consiguió que los demás también se la creyeran. Se ahorrará con su muerte, el juicio a los Pujol, en el que estaba implicado, donde tal vez se habría podido probar -o tal vez no- su labor de pocero de la familia, tanto para el patriarca como para los hijos, aunque especialmente para estos últimos.Un despliegue de personalidades acudirán a su funeral y a todas ellas las utilizó para conseguir sus objetivos. Esto habla mal de la capacidad de percepción de la históricamente llamada «sociedad civil catalana», que si alguna vez existió, hoy está finiquitada; y dice algo realmente bueno del finado, que es que, a su manera, consiguió lo que quiso y todos se lo reconocieron.
