Paula Vázquez, la espontaneidad que ensancha el guion
La gala 'Inocente, Inocente 2025' recaudó más de dos millones de euros durante la emisión.
30 años ha cumplido este domingo la gala Inocente, Inocente. Lo que se inició como un programa de cámaras ocultas a famosos se terminó transformando en un acto de solidaridad anual.
Decir gala Inocente, Inocente es visualizar rápido a Juanma López Iturriaga, a Jacob Petrus -en los últimos años-, a Paula Vázquez y a Juan Y Medio, que apareció por sorpresa. Sorpresa real en el prime time de La 1, evidenciada por la emoción pura de Paula Vázquez: su manera de tocar a Juan, su expresividad en los ojos, su alegría del reencuentro… Toda su actitud sintetizó una cualidad que escasea en la televisión: transmitir en pantalla la verdad de la ilusión de los primeros años. Aunque lleves ya treinta trabajando en la tele.
Paula atesora ese valor. Paula cuenta con la capacidad de naturalizar cualquier guion hasta hacer que parezca una conversación entre amigos, en la que el espectador se siente uno más. Y lo ha vuelto a demostrar en la última noche. Como también lo han hecho Jacob y Juanma durante una larga gala donde las víctimas de las travesuras de la Fundación Inocente han sido Santi Cazorla, Itziar Miranda, Aitor Albizua, Nadia de Santiago y Leire Martínez. La tele de hoy ya no tiene el presupuesto de cuando Maribel Verdú sintió que todo el mundo en España, incluso en los Telediarios, estaban hablando de su relación con el entonces Príncipe Charles. Sin embargo, en esta edición las ideas de las bromas han conseguido en las celebrities esa cara de inocencia que nos recuerda los crédulos que somos. Y menos mal que seguimos creyendo.
Así, Itziar Miranda descubrió una "tía" secreta, Aitor Albizua sufrió una "aparición" ovni y Leire tuvo que simular una broma dentro de una broma. El rizar el rizo. Todo en una gala en directo que es complicada de hilar, pues conjuga el lado lúdico de las cámaras ocultas con los testimonios de las crudezas de la vida. Este año, la recaudación ha sido para los niños que padecen cáncer.
En formatos tan sensibles como este, la grandeza de comunicadoras como Paula Vázquez está en que no caen en la condescendencia que incide en los morbos hasta anular la divulgación y tejen el hilo argumental de la noche desde la honestidad que tanto necesita la tele. Se notan las tablas que dan esa seguridad para esquivar las frases hechas sensacionalistas, para incorporar el error, para verbalizar que no hay que dar las espalda a cámara, para recordar que “cuando estás cruzado de brazos queda fatal en la tele” y, especialmente, para sembrar la complicidad que allana caminos. Paula es capaz de dar piel hasta al más frío escenario, lo que relaja a invitados e identifica al espectador. No suele fallar. Un espectador que le perdona incluso que no termine de presentar la gala Inocente, inocente y se marche la primera a dormir a casa, pues entiende que al día siguiente tiene que madrugar para grabar Top Chef de pasteles. Lo que seguimos sin comprender es cómo un programa de inocentes termina pasadas las dos de la madrugada. Bueno, sí lo sabemos: para que la cuota de pantalla crezca mientras la competencia en otras cadenas decrece. Y los espectadores despiertos, también.